Cuando nos enfrentamos a un procedimiento o proceso sanitario, ya sea un ingreso, una operación, o una prueba diagnóstica, es de vital importancia estar acompañado. Que el paciente no se sienta solo a la hora de tener que enfrentarse a lo que posiblemente sea desconocido para él.
La compañía ayuda por lo general a que la persona enferma esté más calmada y con más seguridad personal (como poco), ya que ante cualquier problema, alguien puede hablar con profesionales para poder tener claro lo que el paciente necesita en todo momento, durante su estancia en el hospital y sobre todo cuando salga del centro médico.
Pero hay un papel que para mí es fundamental, y hablo aquí desde la perspectiva también del paciente. Abrir los ojos al despertar de una anestesia y ver una cara conocida, o en el peor de los casos tener recibir un diagnóstico difícil de asumir y tener a tu lado a alguien, o salir del hospital operado o con un brazo escayolado… y saber que alguien te va a acompañar en tu recuperación… ayuda y mucho, a que la persona enferma se muestre tranquila, e incluso se recupere con mayor facilidad (no antes de lo debido, pues todo proceso lleva su tiempo), sino de una manera más llevadera y eficaz de cara al futuro.
Gestos tan simples como una sonrisa, coger de la mano, una caricia, o un par de palabras de ánimo, reconfortan a quien en un centro médico se siente más vulnerable, sensible, cansado. Estar allí, es la primera medicación.
Y claro que es muy útil esperar a que el personal sanitario nos informe, y es verdad que agota, que pasar horas sin dormir cuidando a un enfermo nos cansa, y sin duda afecta también a la salud mental de quien cuida y acompaña.
Por ello es importante que quien cuide de alguien, primero haya cuidado de sí mismo, y no se deje de lado en ningún momento. Y cuando dudes entre estar al lado de alguien, o no, piensa en dos cosas:
Lo que la persona enferma desea o necesita.
Lo que te gustaría que hicieran o hubieran hecho por ti.
Laura Puente - abril 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario